
Passing the Gift
Ana Benavides
Para desarrollar este trabajo sobre la memoria involuntaria, es esencial comprender que los recuerdos que aquí se plasman pertenecen a una generación anterior a la mía. Por lo tanto, la memoria evocada no es completamente directa; más bien, se ha nutrido de las experiencias de mis padres, tías y hermanos mayores, quienes vivieron más de cerca los eventos que aquí se narran. Este proyecto se estructura en torno a tres grandes ejes: las vivencias relacionadas con mi abuelo, el impacto del alcoholismo en la familia y el machismo arraigado en nuestra historia familiar.
En cuanto a mi abuelo, aunque no llegué a conocerlo, ya que falleció en 2001, un año antes de mi nacimiento, su figura ha sido reconstruida a través de los relatos familiares. Lo recuerdan como un hombre recto, íntegro y muy respetado en la comunidad. Un recuerdo involuntario que surge cuando pienso en él está ligado a los paisajes del campo: el aroma del pasto recién cortado, el olor a leche fresca, a madera y a la naturaleza misma. Estas imágenes se intensifican con la sensación de cómo el bullicio urbano se desvanece bajo el peso del silencio, o al escuchar la lluvia golpear suavemente las hojas y los árboles. Es curioso cómo ciertos estímulos sensoriales pueden despertar memorias precisas y vívidas en momentos inesperados, casi como si esos recuerdos se esconden esperando el momento propicio para resurgir.
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Por otro lado, una experiencia más directa que deseo compartir está relacionada con la muerte de mi abuela, quien falleció hace tres años. Ella fue una de las personas más cercanas a mi abuelo, y su memoria trae consigo una serie de recuerdos involuntarios que me transportan a su cocina, donde solía prepararnos el desayuno o la comida. La veo claramente en mis recuerdos, ya mayor, cuando empezó a usar un bastón debido a sus crecientes limitaciones físicas. A medida que envejecía, solía comer sola, y, aunque sus capacidades se deterioraron, seguía haciendo queso doble crema y escuchaba pacientemente a sus hijos y nietos, incluso cuando estos se encontraban en estado de embriaguez. La imagino tejiendo mientras miraba sus telenovelas preferidas, o repartiendo dulces de anís a quienes la acompañaban en la habitación. Su terquedad, esa resistencia a aceptar que ya no podía valerse por sí misma, es algo que permanece con fuerza en mi memoria, y también en la de toda la familia.
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Esa terquedad, en cierto modo, se ha transmitido a sus hijos y nietos, como una suerte de herencia emocional que se refleja en muchas de nuestras decisiones. En este punto, surge otro recuerdo involuntario, ligado al machismo que ha estado presente de forma implícita e indirecta en nuestra familia. Mi abuela creció en un ambiente profundamente machista, donde no tenía ni voz ni voto. A lo largo de los años, fue internalizando esa dinámica de sumisión, sacrificando sus propios deseos y necesidades para favorecer a los hombres de su entorno. A pesar de esto, el machismo fue debilitándose con el tiempo, especialmente entre sus hijas, quienes lograron independizarse, trabajar y formar sus propios hogares. No obstante, los hombres de la familia enfrentaron una lucha constante con el alcoholismo, una batalla que, en muchos casos, sigue marcando nuestra historia.
El machismo también se evidenciaba en el trato preferencial hacia los hombres. Desde la comida hasta las cobijas, todo parecía ser mejor para ellos. Mi abuela mostraba una paciencia infinita y una actitud comprensiva frente al alcoholismo y las conductas violentas o groseras de sus hijos varones, mientras que, por otro lado, reaccionaba con molestia y descontento ante las críticas o comentarios de las mujeres de la familia. Este comportamiento reflejaba, de manera sutil, cómo el machismo estaba arraigado en sus actitudes, incluso cuando no era completamente consciente de ello.
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El alcoholismo es otro tema clave en este proyecto, ya que ha tenido un impacto profundo y negativo en la familia. La memoria involuntaria asociada a esta problemática se manifiesta a través de olores y sonidos: el aroma inconfundible del alcohol, las palabras confusas y entrecortadas que se pronunciaban durante los episodios de embriaguez, y las escenas de peleas y discusiones, donde los gritos, las amenazas y el llanto eran las notas predominantes. El alcoholismo ha dejado cicatrices emocionales en muchos de los miembros de la familia, y evocar esos recuerdos es doloroso, pero necesario para comprender la dinámica que ha marcado nuestra historia.
Este trabajo busca no sólo relatar estos eventos, sino también explorar cómo estos recuerdos involuntarios se entrelazan con las vivencias y emociones de mi familia, moldeando nuestras identidades y decisiones a lo largo del tiempo.



