Ante la presencia de grupos guerrilleros, muchos se vieron obligados a tomar las armas para defenderse. Sin embargo, este levantamiento trajo consigo un ambiente complicado para mi familia. Debido a las conexiones con los paramilitares, fuimos amenazados para revelar o entregar a mis difuntos tíos.

 

El contexto en el que se desarrolló mi familia creó un ambiente hostil con un fuerte odio hacia los grupos guerrilleros. Esto también generó un culto hacia mis difuntos tíos, siendo vistos como "varones de verdad", encarnando este espíritu bélico y violento donde su influencia era altamente considerada.

 

Esta situación llevó a parte de la familia a involucrarse en la vida militar, donde tampoco estuvieron exentos de situaciones complicadas. Esto generó patrones de comportamiento de
evasión emocional, donde se cuentan estas problemáticas como si no fuesen nada del otro mundo o restándoles importancia y alabando su resiliencia.

 

Este comportamiento está muy presente en mi padre, quien resta importancia a las situaciones que se presentan día a día, y esta actitud se ha transmitido, convirtiéndose en parte de mí también. Esta tendencia de evitar conflictos hasta que explotan en algo más grande es una característica dentro del núcleo familiar. Ha creado una serie de situaciones traumáticas originadas en la falta de capacidad emocional, que a su vez tiene su raíz en el trauma inicial del conflicto armado.